Ama a tus hijos con el amor de Dios recordando estas 4 situaciones caóticas
Parece que el mundo se ha centrado más en trabajar, trabajar y trabajar, que en compartir momentos con amigos, solos o en familia. Aunque sabemos que lo hacemos para poder aportar en el hogar y que el tiempo que muchas veces damos al trabajo es mucho más que el sueldo que realmente merecemos, y si ya tenemos hijos, pues buscamos nuevas opciones que nos “reemplacen” en los momentos irrepetibles para ellos. Ya sea contratando una niñera o viendo a algún familiar cercano que pueda cuidarlos casi todo el día, solo llegamos a darles la cena, asearlos y mandarlos a la cama, si es que llegamos a tiempo para ello.
Al final, cuando ya son grandes le preguntamos a Dios qué hicimos mal, nos lamentamos por la forma en la que ellos trataron de llenar esas ausencias y les exigimos lo que no pudimos darles.
Pero quizás las cosas cambian cuando decides dejar de ausentarte en casa y cuidar a tus hijos las 24 horas del día. Sabes que es una decisión complicada, pero sientes una gran ilusión, porque piensas que ahora sí, todo será grandioso.
Si eres una persona organizada, tratas de instruirte de alguna forma, porque ya sabes, no nacemos con el título automático de padres. Buscas consejos basados en las experiencias de tus amistades, de tus padres, lees algún libro o ahora, con la era digital con los famosos tutoriales.
Estás listo para el primer día con tus hijos, desde que te levantas te enfrentas con un cambio radical de convivencia. Tratas de cumplir con lo que has aprendido y a duras penas llegas a la noche, desarreglado, sin tiempo para ti; un poco complicado para ser el primer día, pero te animas en continuar por el amor que le tienes a tu familia. Va pasando el tiempo y notas que los planes ya no funcionan, que el ambiente se nota un poco turbio con algunas discusiones, te estresas por los malos hábitos que quizá tienen tus hijos y te frustras. Es ahí cuando vienen a la mente las personas o las fuentes que te dieron los consejos y te preguntas ¿cómo realmente lo hacen y cómo pueden tener una vida familiar tranquila sin morir en los intentos?
Nuestra mirada se profundiza en sintonía con nuestro corazón y mente, para ver más allá de esas situaciones caóticas y mostrarte lo que podemos aprender de ellas para no tomarlas solo como algo estresante, sino como una joya que guardarás por siempre en tu vida, no solo si lo estás viviendo en estos momentos, sino recordando lo vivido para enfrentar lo presente:
- Las paredes rayadas de colores y los juguetes regados por toda la casa son vida:
El perfeccionista empedernido que llevamos dentro, nos impulsa a ver el desorden de los coloridos juguetes, el correteo constante, la ropa tirada por todas partes como solo una situación llena de caos.
Pero te decimos algo: todo ello significa vitalidad pura, que tus hijos se sienten libres, llenos de vida en todas sus emociones expresadas. Y no te preocupes si los horarios que armaste se descuadran algunos días, si la pared de tu sala está toda rayada, no pasa nada. Lo único que importa es que tú hayas estado con ellos en esos momentos, acompañando cada travesura, escuchando cada palabra, siendo para los dos al fin como una hermosa fotografía tomada desde su corazón y revelada en unos años con sus gratas actitudes.
- Los sentimientos de tus hijos hablan mucho de los tuyos:
Los niños son como esponjas que absorben lo que ven y lo que escuchan. Si estás todo el día con ellos es evidente que van a aprender de ti en tu forma de responder, de mirar, de relacionarse porque son un fiel reflejo tuyo. Ello te ayudará a conocerte un poco más, seguir conservando las buenas actitudes, hacer un alto a las negativas y preguntarte qué puedes hacer al respecto, entendiendo así que puedes aprender muchas cosas de tus hijos, no solo ellos de ti.
Y si tus hijos ya están grandes, recuerda cómo tú, al ser un hijo de Dios, ves en Jesús aquellas enseñanzas y tratas de seguir sus pasos, fallando en algunas ocasiones, pero siguiendo adelante por amor. Así como Dios te comprende y te acompaña en tus caídas, así mismo hazlo tú con tus hijos.
- El rostro de tus hijos después de alguna travesura, te muestra su esencia:
Es una gran ilusión imaginar el rostro de nuestros pequeños antes de nacer. Cuando hayan realizado alguna travesura, en su inocencia muestran una mirada que es importante para forjar la relación con ellos: la de complicidad. Es en esa mirada donde descubres sus gustos, sus fortalezas, talentos o debilidades y por más pequeños que sean, te muestran sin filtros el mundo que están creando para vivir.
Cuando tus hijos son grandes, voltea a mirar aquellas travesuras que te robaron el corazón y da las gracias a Dios porque te permitió enseñarle, de su mano, lo bueno y lo malo.
- Dios definitivamente está en ellos: Nada más puro y sincero que un niño, es más, cuando somos adultos y perdemos ciertas cosas que nos daban esa sensibilidad, nos piden que volvamos y recordemos cuando éramos pequeños. Son regalos preciados de Dios desde el primer paso que dan hacia ti, como cuando ya, mayores, ellos procuran tu bienestar.
Recuerda que tus hijos son el regalo más precioso que Dios te pudo dar, ellos son tu familia, el lugar en donde las risas y el amor te ayudan a olvidar lo malo y a darle una oportunidad a lo bueno de la vida. Ama a Dios sobre todas las cosas y a tu familia, con la ternura con la que el Padre nos dio la vida.
Comentarios
Publicar un comentario