¿Esperamos en Dios o ponemos a Dios en espera?
Conocemos las historias de algunos profetas que tuvieron una alianza de fe con Dios como Moisés, Abraham y la última revelación con la llegada de Cristo al mundo, que son promesas de amor dadas por Dios para que no perdamos la esperanza.
Esas promesas no vinieron envueltas en una cajita dorada con lacito rojo. Estaban acompañadas de dificultades, de retos muy difíciles, para que el hombre en pleno uso de su libertad sea fiel a sus convicciones y camine con rectitud hacia lo que estaba destinado por Dios.
¿Y por qué seguimos recordando esas historias? Pues, porque escritas en la Palabra de Dios están, que carece de tiempo y espacio para llegar hacia ti con la misma fuerza con la que llegó a sus elegidos.
Te invitamos a que puedas contemplar un momento, el regalo de vida que Dios te ha dado, para que puedas reconocer si lo estás tomando como un camino marcado por Él, o simplemente es tu salvavidas de “domingos de playa y piscina”.
Y esto muchas veces se da porque no entendemos lo que Dios permite en nosotros o no sabemos qué es lo que quiere. Y como un hábito de por vida, debes aprender a descubrir el plan que Él tiene para ti, aceptarlo como en el “Hágase Señor tu voluntad…” que pronuncias en tu oración. Y con esa confianza que entregas en ese momento, prepárate para la prueba. Que lo que digas no solo se base en palabras bonitas, sino en hechos de fe.
Porque lo que Dios ha prometido, es un hecho que llegará a ti, pero en el tiempo adecuado, así que no desesperes porque no se da lo que tú quieres, a la hora, fecha y lugar que sea. No estás firmando un contrato, por lo tanto, no puedes cambiar a Dios por resultados como si fuera un producto.
La espera no se hace larga si se hace hermosa, si intentas vivir confiado en su Palabra, observando a tu alrededor para extender tu mano al que lo necesita, trabajando duro para llevar comida a tu mesa, disfrutando un momento agradable con tus amigos, sufriendo con paciencia los defectos de los demás. Porque la esperanza mantiene la seguridad de que los momentos difíciles tienen solución y pasan rápido.
No hagas esperar más a Dios, porque Él no ha descansado ningún día por velar con gusto por ti, porque te ama como si fueras la única persona que habita este mundo. Hoy es un gran día para hablarle.
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